La Cuevona

«Los grabados líneales exteriores de La Cuevona conforman un elemento más de un conjunto de yacimientos que revela una amplia distribución de este tipo de grabados a lo largo de la costa cantábrica» (Manuel R. González Morales, 1983)

 

© Jaime Santullano. Principado de Asturias, Consejería de Cultura
Entrada de la Cuevona. © Jaime Santullano. Principado de Asturias, Consejería de Cultura

LA CUEVONA DE ARDINES se encuentra situada en un nivel superior al de Tito Bustillo. La entrada utilizada en la actualidad está orientada al NE, a media ladera, a la que se accede a través de una escalera exterior. Una vez traspasada la entrada, tras unos cincuenta metros de recorrido ascendente, la galería baja hasta un espacio circular de enormes dimensiones, con un techo abovedado donde se abre un óculo natural que comunica con el exterior y aporta luz al interior de la sala.
Es conocida desde finales del siglo XIX, cuando aparecen las primeras descripciones publicadas sobre la llamada “cueva de Ribadesella”. Fue explorada y excavada en 1869 por Juan de Dios de la Rada y Delgado y Juan Arturo Malibrán Autet, aunque no encuentran restos arqueológicos. De esta circunstancia dan cuenta en una memoria entregada al Ministro de Fomento en 1871 sobre trabajos realizados y adquisiciones hechas para el Museo Arqueológico Nacional.
La primera referencia que nos encontramos en la que se mencionan restos arqueológicos en la Cuevona data de 1896, donde se alude a las excavaciones llevadas a cabo por Justo del Castillo y Quintana, dando cuenta del descubrimiento de un conchero. Posteriores intervenciones arqueológicas son llevadas a cabo por Hernández Pacheco, Obermaier y Vega del Sella entre 1912 y 1916, circunstancia a la que se refieren en distintas publicaciones todos los autores mencionados, y cuyos diarios de excavación constan en los archivos del Museo nacional de Ciencias Naturales. En general coinciden en señalar los depósitos arqueológicos de la Cuevona como pertenecientes al Magdaleniense inferior, aunque los materiales conservados, tanto en el Museo de Ciencias Naturales como en el Museo Arqueológico de Asturias, no permiten una asignación cultural demasiado explícita.
En 1983 se publica la existencia de grabados paleolíticos realizados sobre un bloque calizo y en una pequeña gatera situados a la entrada de la cueva. Se trata de trazos lineales, relativamente profundos y bien marcados, que se disponen con longitudes variadas y forma más o menos paralela a diversas alturas en la cara del bloque; la posición estratigráfica de dichos grabados, recubiertos en algunos casos por depósitos arqueológicos llevó a asignarles una datación situada en el Magdaleniense Inferior. Existen ejemplos similares en cuevas del Oriente y centro de Asturias.
En 1999 Rodrigo de Balbín verifica en la Cuevona dos zonas de excavación, prospectando el suelo de la cavidad, no modificando los datos ya conocidos. Se documenta el conchero aludido, que se localiza en la gran sala central de la cueva, frente a la plataforma colocada para los visitantes. Ocupa un área de 11 mts de longitud en sentido este-oeste con una anchura variable. Este yacimiento aflora en superficie en varios lugares, en asociación con una pared que contiene manchas de pintura en color rojo.
Un aspecto a considerar en lo que tiene que ver con la Cuevona de Ardines es su presunta relación con Tito Bustillo. Durante mucho tiempo se ha afirmado que ambas cuevas estuvieron comunicadas a lo largo de la Prehistoria, y que parte de las representaciones gráficas de Tito Bustillo habrían sido realizadas por los moradores magdalenienses de la Cuevona. No obstante, los estudios topográficos realizados en la cueva ponen de manifiesto que entre Tito Bustillo y la Cuevona no hubo comunicación y que se trata por tanto de dos cuevas próximas, pero independientes.

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