«Se trata de un conjunto de pinturas actuales, realizadas de manera habilidosa pero en absoluto de cronología prehistórica y, por tanto, sin valor arqueológico o patrimonial alguno…»

LAS FALSIFICACIONES en el ámbito de la arqueología han sido y seguirán siendo un asunto candente. Algún incidente reciente ha acaparado la atención mediática, derivando en un proceso judicial con las consiguientes penas y sanciones, poniendo en entredicho el método arqueológico, la profesionalidad del arqueólogo y los verdaderos intereses que subyacen en la realización de una excavación arqueológica.
La arqueología prehistórica y en particular el arte rupestre, no han sido ajenos a las imposturas. En España, tuvo gran trascendencia el caso de la cueva de Zubialde (Álava), la llamada “Altamira del Gorbea”, cuyas pinturas fueron realizadas por un estudiante de Historia llamado Serafín Ruíz Selfa. Otras alteraciones incluso afectaron a conjuntos con arte rupestre paleolítico auténtico, como los añadidos documentados por César González Sainz y Rosa Ruiz Idarraga en determinadas figuras de la cueva de Santimamiñe (Vizcaya). En el caso de Asturias, tuvieron especial relevancia los amaños realizados en las cuevas llaniscas de Socampo y del Cuetu Lledías, siendo particularmente conocido este último caso, cuyas pinturas fueron realizadas en los años 30 del siglo XX por Cesáreo Cardín y su falsedad discutida durante tres décadas.

Desde hace unos cuantos años y de manera periódica, turistas y excursionistas bienintencionados han venido informando en las redes sociales y a la propia Administración de la existencia de un conjunto de pinturas rupestres en la cueva de Cobijeru, en Buelna (Llanes). Dado que el tema comienza a ser recurrente y a fin de evitar más y mayores malentendidos al respecto (algunos clamorosos), puntualizamos desde este blog que se trata de un conjunto de pinturas actuales, realizadas de manera habilidosa pero en absoluto de cronología prehistórica y, por tanto, sin valor arqueológico o patrimonial alguno.
La cueva en cuestión se ubica dentro del entorno del Monumento Natural del complejo de Cobijeru, una de las singularidades geológicas más llamativas del concejo de Llanes y foco de atracción para numerosos turistas. La cueva cuenta con una pequeña entrada que se abre hacia el sur sobre la playa de Cobijeru. Tiene casi trescientos metros de desarrollo y al fondo se abre al acantilado, a través de una boca que es vía de entrada del oleaje cantábrico. Estas dos aberturas producen un tiro constante de aire y el batido del mar genera en el interior un ambiente de gran humedad.

Esta curiosa cavidad comenzó a ser muy visitada a mediados de los años 2000, asociándose su difusión con el boom turístico del concejo de Llanes, aunque siempre ha sido conocida. La topografía de la misma fue realizada ya a principios de la década de 1990 por el grupo espeleológico Hades, de Oviedo. Más recientemente se ha publicado un estudio que aborda su formación geológica y que incluye mapa y cartografía geomorfológicas, interpretación paleontológica de algunos restos hallados y dataciones de espeleotemas.

El conjunto que más dudas de autenticidad genera, de entre las muchas pinturas y grafitis que hay en el interior de Cobijeru, es de color rojo y está formado por dos representaciones humanas masculinas y cuatro figuras animales. Las primeras recuerdan a las formas simplificadas y dinámicas del arte levantino y las segundas intentan aproximarse a las representaciones animales paleolíticas, aparentando las figuras de un uro, un cérvido, una cabra y un reno. Una de las figuras humanas es un arquero y la otra, itifálica, tiene los brazos en alto y una expresión corporal enérgica. Ambos presentan detalles formales y recursos expresivos ajenos a la simbología original. Se afrontan a las figuras del uro y del cérvido, mientras que la cabra y el reno están pintados un poco más abajo. Los cuatro animales se realizan con un trazo lineal de contorno y, excepto el uro, todos cuentan con un relleno de color interior. Aunque se recurre a soluciones formales de ecos prehistóricos, ninguno de ellos responde íntegramente a estereotipos específicos (perspectivas de los cuernos, forma de las patas y las colas, volúmenes anatómicos). La integración de las características de la pared es básica, centrándose en la adaptación facilona de algunas grietas pero desentendiéndose de las posibilidades reales de volumen y simetría. No hay coherencia estilística ni compositiva y es inaudita la asociación temática. Es, en definitiva, una interpretación libre de temas, técnicas, recursos y estilos prehistóricos que se prestan al engaño del observador ingenuo o inexperto.

A la derecha de ese grupo principal hay algunos otros restos de pintura, del mismo tipo que las anteriores, y donde se podrían reconocer otras dos figuras humanas similares a las que se encuentran a la izquierda del conjunto. Actualmente, casi todas se encuentran ampliamente frotadas por lo que es difícil identificar con claridad la mayoría de las representaciones.

Además de las anteriores, hay a lo largo de la cueva otros motivos realizados con pigmento negro que imitan igualmente temas paleolíticos. Se trata de algunas manos positivas y varias máscaras que aprovechan los relieves y salientes naturales de la pared. No son las de Cobijeru las únicas representaciones de imitación prehistórica que se pueden encontrar en las cuevas llaniscas. Aun estando lejos de la intención engañosa (hoy, delictiva) de las realizadas en su día por Cardín, la mayoría no son más que intervenciones inapropiadas e incívicas, pero todas ellas se acercan al límite de la sanción administrativa.

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