«Su gran interés reside en la extraordinaria información que, tanto artística, como religiosa, ofrece el conjunto rupestre situado en su galería NE, a pesar de sus reducidas dimensiones y de las escasas figuras de animales en ella representadas, pero con significativos cambios de técnicas y estilos; y también por las superposiciones y correcciones posteriores» (Francisco Jordá, 1991).

LA CUEVA DE LES PEDROSES se ubica en las cercanías de El Carmen (Ribadesella), formando parte del importante conjunto de cuevas paleolíticas documentado en el concejo de Ribadesella. En sus proximidades, en las cercanías de Fresnu, se localizan las cuevas de El Cierro y el abrigo del Requexau; algo más alejadas, Cova Rosa y las cuevas del macizo de Ardines (Tito Bustillo, La Lloseta, La Cuevona y Viesca). Está situada en un farallón calizo muy carstificado, donde se abre una boca de acceso bastante amplia, que conduce a una galería de unos 70 m, bajo la cual transita, intermitente, un curso de agua subterráneo.
Fue descubierta por Francisco Jordá Cerdá en 1956, una vez terminada la campaña de excavaciones arqueológicas que el entonces Jefe del Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la Diputación Provincial de Oviedo llevaba a cabo en la cercana cueva de La Lloseta. El descubrimiento y la identificación de su arte rupestre se hizo en compañía de Antonio Álvarez Alonso, capataz del citado Servicio, y de José Ruisánchez Rodrigo, vecino de la localidad de El Carmen, que fue quien señaló la existencia de la cueva. Para 1956, Les Pedroses se constituía en la segunda cueva con arte rupestre conocida en el concejo de Ribadesella, después de la vecina cueva de San Antonio, cuya única figura parietal, un caballo pintado en color negro, fue identificado por Hermilio Alcalde del Río en el año 1912.

A pesar de los trabajos de documentación realizados por Francisco Jordá en la cueva de Les Pedroses, en colaboración con su ayudante Manuel Mallo y del topógrafo Celestino Cuervo, y a pesar de los intentos y esfuerzos del profesor Jordá, la publicación monográfica de su arte parietal nunca verá la luz, aunque serán constantes las alusiones del arqueólogo alcoyano a Les Pedroses tanto en congresos científicos como en obras generales de divulgación. Toda la información y los textos elaborados acaban de ser recopilados y publicados por Jesús F. Jordá Pardo, y si bien recientes trabajos de investigación y divulgación refereridos al arte paleolítico asturiano en general, y de las cuevas de Ribadesella en particular, han permitido documentar nuevas evidencias gráficas, la publicación de estos manuscritos inéditos son una interesante aportación a la historia de las investigaciones prehistóricas en Asturias.

Al margen del arte rupestre de la cueva, son muy escuetas las referencias a los restos arqueológicos del yacimiento, aunque se constata la presencia de un conchero de cronología asturiense o posterior. No obstante en 1959 Hernández-Pacheco cita la presencia de materiales paleolíticos que se podrían atribuir al Solutrense superior o Magdaleniense inferior, publicándose un fragmento de azagaya que se asigna, con pequeños matices, a esa misma cronología. También de interés es el hallazgo de restos cerámicos recogidos en el interior de la cueva, y que pertenecen a una misma vasija de base plana, conservada en el Museo Arqueológico de Asturias, de factura manual, de pasta y textura poco compacta y de cocción desigual, con decoración escasa compuesta por incisiones y digitaciones. Su cronología es dudosa, pudiendo abarcar desde fases neolíticas hasta la Edad de Bronce.

El arte rupestre de la cavidad se concentra en un pequeño panel de unos 3 x 1,50 m, situado a unos 60 m de la entrada de la cueva, y en el que Jordá señala tres fases de realización artística. La primera de ellas abarca seis figuras grabadas, identificadas como un uro y cuatro cérvidos, a los que se uniría un caballo del que tan solo se reconoce la grupa, realizadas mediante la técnica de grabado múltiple y rellenos estriados. Las figuras aparecen incompletas, algunas de ellas del tipo descrito como «contornos inacabados», y en todo caso acéfalas, circunstancia que caracteriza a las representaciones figurativas de esta cueva.

La segunda fase de realización artística, superpuesta a la anterior, se compone de tres representaciones acéfalas, en este caso descritas por Jordá como un uro y dos cérvidos, y donde de nuevo está presente la técnica de grabado múltiple, aunque en combinación con el color, ya que las tres representaciones se rellenan en tinta plana roja, que en la actualidad presenta una desigual intensidad.

En la tercera fase, se produce una modificación en la figura de toro acéfalo grabada en la primera fase, a la que se le añaden dos cabezas de uro, de distinto tamaño y grabadas con trazo simple pero intenso. También se representa un grabado descrito por Jordá como «figura ideomorfa», realizado con la misma técnica que las dos cabezas aludidas, y compuesta por un doble ángulo de lados curvos que se entrecortan entre sí, y que si bien podría tratarse de una esquematización animal, no descarta pudieran ser representaciones de tipo «vulviforme».

Además de las representaciones descritas por Jordá, trabajos recientes de documentación artística de las cuevas de Ribadesella llevados a cabo por un equipo dirigido por Rodrigo de Balbín, identificaron en Les Pedroses otros restos pictóricos en color rojo, dispuestos en hornacinas y pequeñas galerías que descienden hacia el nivel inferior. También en Tito Bustillo, en el Panel Principal, se identificó una representación muy similar a las figuras acéfalas de Les Pedroses, en tinta plana roja.

La interpretación de Francisco Jordá en relación con las representaciones acéfalas de Les Pedroses fue siempre orientada a cuestiones de ordenación religiosa, considerando que eran «el exponente de una de las varias formas de religiosidad zoolátrica del Paleolítico superior en la región cantábrica, en la que determinados animales, que deben ser considerados como dominantes, aparecen representando un papel propio de una historia mítica e integrados en una ordenación ritual».
Fuentes
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