«Sus cualidades (saber, humildad e hidalguía) le tuvieron siempre alejado de ese afán insano de figurar e intervenir en organizaciones científicas, lesionando intereses de otros o atropellando e invadiendo campos cuya actividad corresponde a profesionales, no obstante tener una formación rigurosa y nada común que hacían de él nuestra autoridad máxima en arqueología cuaternaria» (Julio Martínez Santa-Olalla, 1941)

RICARDO DUQUE DE ESTRADA Y MARTÍNEZ DE MORENTÍN, Conde de la Vega de Sella, fue uno de los principales impulsores del conocimiento de la Prehistoria asturiana y cantábrica, siendo el Paleolítico donde tuvo más peso su aportación científica.
Nacido en Pamplona y educado en Francia y en San Sebastián, se licenció en Derecho por la Universidad de Oviedo en 1892. Tras contraer matrimonio en 1897 se traslada a vivir a Nueva de Llanes, llegando a ocupar en 1909 la presidencia de la Diputación de Oviedo. Fallece en 1941, afectado por los trágicos acontecimientos de la Guerra Civil Española y por la muerte de su hijo mayor a manos de las tropas republicanas.
Hombre sencillo a pesar de su origen noble, deja a un lado su carrera política para dedicarse a su vocación por la Prehistoria y la Arqueología. Muy importante en la orientación de su inquietud investigadora fue una estancia en Francia donde tuvo contacto con las colecciones paleolíticas reunidas en sus museos, colaborando con Cartailhac y con el Conde Begöuen en el estudio de los materiales recuperados en sus excavaciones arqueológicas.
Ya en España colabora con Hernández-Pacheco, con el que inicia una intensa actividad prospectora en el territorio asturiano, y acoge en su casa de Nueva, tras el estallido de la I Guerra Mundial, a los prehistoriadores Hugo Obermaier y Paul Wernert. En 1913 inicia sus actividades como colaborador de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, dependiente del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, dando pie al desarrollo de una intensa actividad arqueológica hasta 1934.
Practicó una arqueología impecable, estableciendo la secuencia del Paleolítico cantábrico sobre la base de un yacimiento principal, Cueto la Mina, que ofrecía el grueso de los horizontes culturales del Paleolítico Superior. También definió el Asturiense, no solo desde el punto de vista cultural, sinó también ambiental, estableciendo su cronología postpaleolítica. Asimismo realizó aportaciones a la paleoclimatología, basadas en sus observaciones geológicas y paleontológicas, efectuando las primeras consideraciones paleogeográficas de la zona litoral y costera, tratando las relaciones e implicaciones de tales fenómenos con los horizontes culturales prehistóricos.
Si bien el arte rupestre no fue un tema especialmente atendido por El Conde, participó junto con Eduardo Hernández-Pacheco en el descubrimiento de La Peña de Candamo; publicó una pormenorizada monografía sobre la cueva de El Buxu con Hugo Obermaier; y junto a Benítez Mellado copió las representaciones artísticas de la cueva de El Castillo.
En relación con el arte rupestre, aportó algunas reflexiones que muchos años después se deben seguir teniendo en cuenta en el diagnóstico y estudio del arte paleolítico: el hallazgo de pinturas rupestres debajo de costras de carbonato cálcico en la cueva de La Peña, le permitió diagnosticar la antigüedad de las mismas, destacando que los dibujos habían quedado protegidos por la capa calcítica.

De gran relevancia en su momento fueron las observaciones referidas a la cueva de La Loja, su arte rupestre y su yacimiento arqueológico, por cuanto notó que los investigadores que habían analizado sus representaciones gráficas habían hecho «…el estudio de los grabados sin conexión con el yacimiento«. El Conde intentó mostrar en este caso dos ideas: por un lado la conveniencia de conocer las secuencias arqueológicas de las cuevas con arte; y por otro lado que «...es muy posible que el arte pictórico prehistórico haya tenido momentos de esplendor seguidos de otros de decaimiento, como sucede con la mayoría de las manifestaciones artísticas» (Vega del Sella, 1929) y por tanto, «no siempre lo que a nuestros ojos parece desproporcionado, defectuoso o alejado de cánones razonables, tiene necesariamente que pertenecer a las etapas más antiguas» (Rasilla, 1991).

Su capacidad docente y de síntesis queda patente en su extensa producción bibliográfica, en su mayor parte editada por la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, y en algunos casos costeada de su propio pecunio, constituyendo aproximadamente un tercio de las Memorias de dicha Comisión.
Tras su fallecimiento, Eduardo Hernández-Pacheco escribió un sentido artículo, en homenaje a su figura y labor como investigador, de la que afirma, «es una de las que dan prestigio a la ciencia hispana».
BIBLIOGRAFÍA DEL CONDE DE LA VEGA DEL SELLA
- Paleolítico y arte rupestre
- Megalitismo y Edad de los Metales
- Geología
Fuente: Marco de la Rasilla Vives. El Conde de la Vega del Sella y la Arqueología Prehistórica en Asturias (1870-1941). Catálogo de la Exposición. Principado de Asturias, Oviedo 1991.
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